Augusto Vera Riveros
14 FEB 2019
Ningún apasionamiento del lado del conservadurismo liberal o capitalista, puede negar la extraordinaria trascendencia histórica y social que tuvo la implantación del socialismo en el mundo. Lenin, en ese orden de cosas, marca un hito en el desarrollo de la humanidad y las consecuencias que para bien o para mal, trajo el modelo diseñado por Marx y Engels, fue, fue sin duda, el haber transformado la Rusia zarista que era aún un estado feudal hasta 1917 a un sistema socialista, aunque no es muy creíble que se haya llegado hasta el estado de una dictadura del proletariado.
Luego, la primera consecuencia es la apropiación del Estado de los medios de producción que en un país azotado por la miseria, la pobreza, la ignorancia y el hambre, no produjo los efectos teorizados por sus mentores, por lo que el jefe bolchevique no tuvo más remedio que echarle mano a una política enteramente capitalista. La NEP, dio un giro a la economía y desarrollo de la ya entonces Unión Soviética, que de un sistema oprobioso e inhumano en todas sus esferas, pasó a un despotismo despiadado. Aun así, la órbita socialista se extendió rápidamente en todo el Este de Europa y no fue casualidad que en determinado momento de la historia, un gran porcentaje de los países, incluidos en gran número los del Asia, África y América, cayeran en un profundo foso, debido a una burocratización de quienes respectivamente, eran cabeza del partido comunista. La historia es unánime cuando se la lee de fuente imparcial. La Unión Soviética cayó en manos de una dirigencia egocentrista y elitista que no ha podido ser evitado reflejarse en todos sus satélites; porque eso, al fin de cuentas es el socialismo; tomar distancia de la clase a quien dicen representar y emborracharse en el poder del dinero y la opulencia. En el caso de la ex URSS, este estado de cosas alcanzó su cima durante la dictadura del impresentable Stalin, que no dudó en asesinar miles de miles de rebeldes; el fasto en que vivía fue una aviesa ofensa a quienes creían en un credo que la posteridad se encargó de desenmascarar.
La ex URSS –ya se dijo- salió de una pobreza que obligó después de siglos al levantamiento de octubre, pero a las recetas de Marx y Engels se sumaron la protervia de sus discípulos, y su gran desarrollo, principalmente en la industria, sin descartar la industria arrebatada a la Alemania vencida —porque el capitalismo, no ese secante y perverso que la doctrina nos define, y más bien hablo de ese capitalismo fruto de un liberalismo pragmático—, fue la causa feliz para que finalizada la II Guerra Mundial se convirtiera en la segunda potencia; pero en lo político su adscripción al socialismo científico fue un rotundo fracaso.
Y; Gorvachov, el reformista pionero de la glasnost cambió el rumbo de cerca del 40% de Europa, cuyo hemisferio este, absorbido por un hábil Stalin, pérfido y traidor en toda su vida, logró quitar la venda que por ejemplo a Bulgaria; Rumanía, Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Albania y tantos otros de línea pro soviética, sufrieron los rigores de ese sistema que por décadas los sumió en la pobreza al extremo tal que con los países restantes, con democracias sólidas y sistemas políticos reflejados en el pueblo que elegía, habían distancias tan pronunciadas que los primeros parecían formar más bien parte del África, no hablando del hambre o morbi-mortalidad propiamente, pero si de un retraso económico que la caída del muro de Berlín finalmente dio inicio a sistemas democráticos que cambiaron su rumbo.
Los pueblos modernos, su historia y los desastres que la humanidad sufrió se reflejan en el comunismo. Su caída comprueba que el maniqueísmo comunista, es razonamiento proscrito; de no ser así, cómo se explica que Rumania, del atraso a que dio lugar la tiranía de Nicolae Ceauşescu, haya pasado a ser uno de los mayores exportadores agrícolas de Europa; la prosperidad de Hungría que con traspiés, previsibles en un cambio de sistema despótico a democracia moderna y plena, es hoy Estado competitivo en la exigente Unión Europea; de Bulgaria, con una economía de mercado altamente industrializada. Son solo algunos ejemplos de los que Europa del Este tuvo como giro para bien dar, derrotando finalmente aquella comedia que fue la Conferencia de Yalta en que una mente enferma de esquizofrenia, Stalin; sacó ventaja de Churchill y Roosevelt, debilitados por la enfermedad del cuerpo.
Augusto Vera Riveros es abogado y escritor
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