Andrea Angela Cárdenas Rada
15.01.2020 I Opinión
Ante el creciente índice de infanticidios en nuestro país, difícilmente podría quedar indiferente respecto a este asunto y no escribir unas cuantas líneas sobre esta situación tan preocupante. Los niños mueren dentro de sus hogares y a manos de sus padres, quienes son justamente los primeros que tienen el deber de resguardar de todo peligro a sus pequeños.
Irónicamente, los tutores son los primeros en ultrajarlos, pues los agresores en este tipo de delito suelen ser los padres, padrastros y, en menor cantidad, abuelos y tíos y primos. El escenario más común donde se producen los asesinatos es el propio hogar de la víctima.
Hasta el mes de septiembre se reportó 43 asesinatos de niños y niñas en Bolivia, cuyas edades oscilan entre días de nacido y 11 años, y a pocos días de empezar el año 2020, hasta el 3 de enero, ya existen 5 infanticidios. Cifras por demás estremecedoras.
Desde el punto de vista legal, es un delito, como señala el Art. 258. del Código Penal (infanticidio), se sancionará con pena de presidio de treinta años, sin derecho a indulto, a quien mate a una niña o un niño desde su nacimiento hasta sus doce años; anteriormente, el Art. 258 del Código Penal, sobre el INFANTICIDIO, preveía lo siguiente: "La madre que, para encubrir su fragilidad o deshonra, diere muerte a su hijo durante el parto o hasta tres días después, incurrirá en privación de libertad de uno a tres años". La accionante, respecto al infanticidio, señala que el hecho que la norma impugnada mencione como causal del infanticidio la "fragilidad o deshonra de la mujer", incorpora un elemento de discriminación en razón de ser mujer. Pese a normas como la Ley No 548, el Código Niña, Niño y Adolescente y la Ley Nº 348 Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia son de “avanzada”, aún existen municipios que no cumplen con su aplicación porque no las conocen y no existen planes de trabajo que puedan guiarles y dar a conocer las leyes mencionadas u otras más.
“El infanticidio arroja entre 60 y 80 casos al año, es una cifra parecida al feminicidio, pero este crimen no tiene tanto error porque la muerte de un adulto es difícil de esconder porque hay un entorno que busca (a la víctima), mientras que el cuerpo de un niño es fácil de ocultar, de deshacerse, y entonces nadie dice nada”, afirmó la presidenta de la Red Ciudadana Contra el Infanticidio y Violencia Infantil, Melisa Ibarra.
El infanticidio se produce porque los adultos (agresores) piensan que los hijos les pertenecen y los ven como inferiores porque no existe una valoración hacia la vida de los pequeños. En algunos pueblos de nuestro país se sigue teniendo la creencia que la niña debe ser virgen y el primer hombre en su vida sexual debe ser el padre, y lo ven normal; se llega al grado de que las violaciones entre hermanos tienen a los padres como cómplices. Quizás sea ignorancia, quizás falta de instrucción, pero a veces los niños no tienen la oportunidad de quejarse y repiten el mismo patrón con sus hijos, y así lamentablemente por generaciones la secuencia se repite.
Hay una necesidad de implementar políticas públicas por parte de las alcaldías y las gobernaciones, porque si bien tienen oficinas con defensoría del menor, no ejecutan programas para la prevención de estos problemas. Nos ponemos a analizar nuevamente la idea de que la mujer nació para ser madre, pero el cariño no es innato y automático, no es lo mismo una mujer que jamás deseó un hijo que el cariño que puede desprender una mujer que anhela ser mamá; el factor económico también es preponderante porque el niño necesita sustento alimenticio, médico y escolar, que en muchas familias es escaso por la cantidad de hijos que existen o los trabajos inestables a los que puedan tener los progenitores; es ahí cuando llega la pregunta si muchos niños no deseados ni planificados debieran llegar al mundo. Aún no está legalizado el aborto en Bolivia con alguna excepción de casos.
Como sociedad vemos el maltrato, ya sea psicológico o físico, hacia los niños, por ser indefensos y dependientes de los padres. Entonces, deberíamos denunciar lo que vemos, ya que el silencio se constituye en mera complicidad. Por un mundo sin violencia, y por los más vulnerables, que son los niños.
Andrea Cárdenas Rada es abogada y docente universitaria
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